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Sanna Marin, la 'JFK' finlandesa que fue objetivo del espionaje ruso

Solo un jefe de Gobierno en todo el mundo ha colgado fotos en Instagram dando el pecho a su hija o comparte recetas de salsa para pasta a través de Facebook. «Quiero ser yo misma, es más fácil así», justifica su política de comunicación la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin , en un canto a la naturalidad y a la transparencia. Sin embargo, desde muy niña ha sabido mostrar solamente aquello que considera conveniente, al igual que ocultar, incluso mentir acerca de los detalles más vergonzosos. Su padre era alcohólico y vivían de la ayuda social. Después del divorcio, su madre rehizo su vida, esta vez con una mujer, en un tiempo en el que incluso en Finlandia la homosexualidad femenina suponía un tabú. Sanna Marin ocultó eficazmente durante años a sus compañeros de colegio y también a sus profesores todas estas circunstancias. «Vivía muy lejos del colegio, en Toivio. Recuerdo un día en el que me abordó con audacia en el autobús, ella tenía entonces 17 años», rememora Veli-Matti Rautio, que fue su profesor de Historia y Economía en el instituto y testigo de su búsqueda de referencias en figuras de autoridad. «A menudo los estudiantes no quieren sentarse junto a su profesor, pero ella vino directa, muy enérgica y habladora, era extrovertida y forzaba la conversación, pero jamás mencionó que la suya era una familia arco iris y disimulaba muy bien sus dificultades económicas, ninguno de nosotros lo supimos, de todo eso nos enteramos por la prensa cuando fue nombrada primera ministra». Ella misma ha reconocido sus esfuerzos, durante su adolescencia, para ocultar las particularidades de su hogar. «Me sentía invisible» , ha dicho, por no ser capaz de hablar abiertamente con nadie de su situación, lo que implicó crecer sin verdaderos amigos. Noticias Relacionadas reportaje Si Los siete kilómetros que separan a Rusia de la OTAN Pablo Ortega estandar No Finlandia afronta unas elecciones cruciales como la reválida de Sanna Marin Rosalía Sánchez Aunque seguramente la mayor ausencia de su infancia y juventud fue la de su padre. «No tengo padre», declaró a la revista ‘Vogue’ en una entrevista concedida en 2020. «Si me preguntas si siento que tengo padre, te diría que no he crecido con él, así que no, no tengo padre». Su progenitor se marchó de casa siendo ella demasiado pequeña como para guardar recuerdos y desde entonces solo se vieron en una ocasión. Sanna Marin ni siquiera acudió a su entierro. En cuanto a su madre y la nueva pareja de esta, Marin recuerda que «no éramos reconocidas como una verdadera familia, no como iguales a las demás» y ha admitido que «por supuesto, debido a mis propios antecedentes familiares, mi visión del mundo enfatiza fuertemente la igualdad y los derechos de las diferentes personas». Mano dura europea Desde este difícil punto de partida, la suya es sin duda una historia de enorme voluntad y superación. Se graduó de una escuela del pequeño pueblo de Pirkkala, en 2004, y desde los 15 años trabajó para financiar sus estudios, lo que por otra parte es muy habitual en los países nórdicos. Se desenvolvió con soltura en una panadería, como cajera y como repartidora de periódicos. Con 20 años se afilió al Partido Socialdemócrata y, en 2012, a la edad de 27, fue elegida concejal del Ayuntamiento de Tampere. En 2013 ya lo presidía y en 2014 fue nombrada vicepresidenta de su partido, todavía estudiante de Ciencias Administrativas. Un año después de graduarse, en 2018, llegó al Parlamento finlandés, al tiempo que se convertía en madre, a los 33 años. El padre de su hija Emma es Markus Raikkonen, jugador profesional de fútbol de la Segunda División, con el que se casaría dos años más tarde. El enlace tuvo lugar en el apartamento en el que ya vivían juntos, con apenas 40 invitados y en la más absoluta intimidad. Cuando su marido dejó el deporte y pasó a la empresa privada, sí le causó algunos problemas. La empresa de comunicaciones para la que trabaja recibió dinero del organismo público Business Finland, según denunció el diario ‘Foreingner.fi’, que ha aireado subvenciones injustificadas a compañías vinculadas a celebridades o políticos. Pero por lo demás ha sido siempre un apoyo. «Si la niña enferma, es él quien la recoge del colegio. En el día a día, se ocupa el padre. Sanna le consultó su nombramiento como primera ministra y él estuvo de acuerdo. Desde ese día, Markus lleva la casa», dice Rachel Donadio, periodista que entrevistó a la pareja. La llegada al cargo de primera ministra fue por designación del dimisionario Antti Rinne, que solo seis meses después de ganar las elecciones se vio obligado a renunciar ante una inminente moción de censura, al retirarle su apoyo el Partido de Centro, por haber mentido en sede parlamentaria. Rinne cedió a las presiones del ala más joven del partido y designó a Marin, que tenía solamente 34 años y ocupaba la cartera de Transportes. Esto sucedía en diciembre de 2019. El guitarrista Tom Morello de Rage Against the Machine publicó una foto del grupo en su página de Instagram el día de la toma de posesión, mostrando a Sanna Marin como fan de su banda de rock estadounidense. Ella añadió un «me gusta» a esa publicación. Pocos meses después estalló la pandemia. Como jefa de Gobierno, cargo al que accedió el 10 de diciembre de 2019, Marin mantuvo la mano dura en política europea. Rechazó la venta conjunta de bonos para financiar la energía y la defensa de la UE y le plantó cara Pedro Sánchez como ningún otro colega europeo durante la negociación del paquete de ayudas contra los estragos económicos causados por el coronavirus. «Tenemos líderes alrededor de esta mesa que han pasado de cero a 350.000 millones. ¿Y qué has aportado tú? ¡Nada! Nosotros nos hemos movido, ahora es tu turno», le espetó durante una cena en Bruselas. Entre sus políticas, Marin aplazó la aplicación de la Directiva de la UE sobre ‘denunciantes’ contra el fraude fiscal o el lavado de dinero; abrió una vía rápida de inmigración para trabajadores altamente cualificados, pero limitó aún más el resto de las entradas; implementó varias medidas de igualdad de géneros; compensó los altos precios de la energía con subsidios y recortes de impuestos; y no le tembló la mano ni para reforzar militarmente la frontera con Rusia ni para solicitar la adhesión de Finlandia a la OTAN, que acaba de conseguir, rompiendo con décadas de neutralidad. Ataque híbrido ruso No se puede decir que se trate de una mujer que se ha abierto camino en un mundo de hombres porque dirige un gobierno en el que los cinco partidos de la coalición (además de los socialdemócratas la componen el Partido del Centro, los Verdes, la Alianza de Izquierda y el Partido Popular Sueco) tienen líderes femeninas. Pero sí puede decirse que se ha abierto camino siempre a base de demostrar ser la más firme y la que mayor determinación despliega en el ejercicio de sus funciones. Y que desde el principio ha dejado clara su forma de ser mujer, que no se corresponde con ningún otro precedente, empezando por su forma de vestir. En 2020 posó para la revista de moda Trendi con un ‘blazer’ de pronunciado escote y visiblemente sin sujetador. Al último festival de música, este verano, acudió con un ‘short’ a la altura de la ingle y chupa de cuero, muy alejada de la estética de otras mujeres europeas también jefas de gobierno, como Angela Merkel. Incluso muy a distancia de la sueca Magdalena Andersson, por citar un ejemplo también de cultura nórdica. Pero de alguna forma su imagen ha cultivado un estereotipo de chica dura, que mantiene el control. Por eso le perjudicó tanto el escándalo de los vídeos del pasado verano. Cenas, conciertos, fiestas… los medios finlandeses ya la apodaban antes «Party-Sanna», por su asiduidad en locales de noche de Helsinki. Pero lo que los vídeos mostraron entonces fue a una primera ministra desbocada, bailando con movimientos sugerentes, en actitud íntima con el cantante Olavi Uusivirta, y una residencia oficial ocupada por sus amigas haciéndose selfis medio desnudas. Es más que probable que tras la filtración de esos vídeos hubiera estado un ataque híbrido ruso, según confirmaba el miembro del Bundestag alemán y ex coronel de la Bundeswehr Roderich Kiesewetter, pero Marin pagó en las encuestas aquella imagen fuera de control. Imagen fuera de control «Cuando asumió el cargo, nadie sabía en qué tipo de líder iba a convertirse, después había ido labrando una imagen de resuelta, clara y distante», dice Harri Saukkomaa, fundador y presidente de la agencia de comunicación Tekir. Se permitía incluso posiciones que rozan la incorrección política para muchos de sus votantes, como la negativa a entrar en disquisiciones LGTB. Cuando le preguntaban si las mujeres trans son mujeres, ella respondía: «No es mi trabajo identificar a las personas… no soy yo quien debe hacerlo». «Convenció en las ruedas de prensa de la pandemia, en las que daba instrucciones a los ciudadanos y transmitía la impresión de que todo estaba bajo control, pero en su última etapa eso se vino abajo», añade Saukkomaa. «Su imagen ha estado en manos de otros, se ha visto en una situación completamente fuera de control y el público lo ha percibido», insiste Taru Tujunen, conservadora y CEO de la empresa de comunicación Ellun Kanat, quien la describe como una política «ambiciosa e inteligente, de la nueva era, que ha sabido utilizar las herramientas del entorno de comunicación digital y que conecta con una generación», aunque reconoce «grietas» últimamente en esa estrategia. Mikael Jungner, diputado del Partido Socialdemócrata, ve por su parte a Marin como «una marca que vende por sí misma». «Especialmente los votantes jóvenes se sienten atraídos por ella, es una especie de JFK a la finlandesa y esperanzó a una generación de votantes con la idea de que la política puede ser otra cosa», dice. En este sentido, la reacción de Marin a los vídeos, con lágrimas en los ojos y reconociendo que «también soy humana», la situó en un plano más terrenal. Lo que está claro es que Marin ha dejado en herencia una nueva forma de hacer política, ha acercado la política a los millenials seguramente como ningún otro jefe de gobierno en Europa y ha mantenido un balance bastante equilibrado entre gestión e ideología. A pesar de proceder de una familia arco iris, o quizá precisamente por ello, ha evitado la etiqueta LGTB para centrarse en un liderazgo que suma, en lugar de dividir.
Source: abc internacional

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