El pasado lunes a las diez de la noche, Salman Abedi, hijo de refugiados libios y nacido en el hospital Withington de Mánchester hace 22 años, telefoneó a Trípoli a su hermano menor, Hashem, de 20. Era su despedida. Hashem, que ahora permanece detenido en Libia por sus conexiones con Daesh, conocía el plan letal