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'Cartas a Crimea' para no olvidar diez años bajo el terror de Putin

Han pasado diez años desde aquellas caóticas jornadas que culminaron con la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia. Durante ese tiempo, Kiev no ha renunciado a su territorio nacional y tiene muy presentes a sus compatriotas encarcelados. La lista de presos contiene 208 nombres. Y todos tienen en común que son de Crimea. Yevhen Petrushyn es uno de ellos. Nació en 1998 y lo detuvo el FSB en su ciudad, Sebastopol, el 21 de abril de 2021. Yevhen ha sido sentenciado a 12 años de prisión por un delito de «traición al Estado». Los servicios especiales rusos le acusaron de pasar información sobre la Flota Rusa del Mar Negro a la Inteligencia Militar de Ucrania. Otro de los nombres que aparece es el de Khalil Mambetov. Mambetov, un jubilado que pertenece a la minoría de los tártaros de Crimea, pasó su 68 cumpleaños en un centro de detención preventiva en Simferopol. Fue arrestado en enero de 2023 y está acusado de «preparar una toma violenta del poder» y de formar parte de una «organización terrorista». Kiev considera que Yevhen y Khalil, junto con las otras 206 personas de la lista, son presos políticos. Y desde Ucrania han ideado una manera para mantener el contacto con ellos. Noticia Relacionada estandar Si Las milicias rusas que luchan por Ucrania prometen nuevos ataques en Bélgorod y Kursk Miriam González La Legión Libertad de Rusia, el Cuerpo de Voluntarios Rusos y el Batallón Siberiano piden a sus «conciudadanos» que comiencen a evacuar estas dos ciudades fronterizas El proyecto ‘Cartas a la Crimea libre’ propone a los ciudadanos ucranianos y del resto del mundo enviar misivas a los encarcelados por motivos políticos. Es una pequeña muestra de apoyo que tiene especial relevancia para los cautivos y sus familias. «Nuestra vida es muy diferente a la de nuestros presos políticos y a veces podemos pensar que escribir una carta es algo muy infantil. Pero cuando reciben cartas y postales, sienten el soporte de diferentes personas que no conocen; entienden que hay gente esperándolos y que algún día serán liberados», explica Viktoria Nesterenko, miembro de ZMINA, una oenegé que promueve el respeto y la observancia de los Derechos Humanos. La campaña de recolección de cartas comenzó el pasado 19 de febrero y concluirá en mayo. Para que la correspondencia llegue a sus destinatarios hay que cumplir ciertas normas: debe escribirse en ruso y no puede contener comentarios políticos de ningún tipo. Desde el centro ZMINA recomiendan mencionar en los textos algunas noticias de actualidad, ya que los condenados no tienen posibilidad de conocer lo que sucede más allá de los muros de la prisión. «Las cartas también pueden mejorar la situación de los presos en las cárceles y su comunicación con el personal ruso que los custodia, sobre todo cuando alguien famoso es el autor del escrito», apunta Nesterenko. El politólogo de EE.UU., Francis Fukuyama, es uno de los embajadores del proyecto. Represión contra los tártaros Desde el inicio de la invasión a gran escala, el Kremlin «ha intensificado su represión» contra la península ucraniana, denuncia Viktoria Nesterenko. «Hemos observado un incremento de la persecución de activistas y defensores de los derechos humanos en la Crimea ocupada. La situación de la minoría tártara es especialmente delicada allí», explican desde el centro ZMINA. De los 208 presos políticos que Kiev reconoce como tal, 125 son tártaros. Una muestra de las ‘Cartas a Crimea’ ABC Los tártaros de Crimea son un pueblo originario de la península ucraniana. Están emparentados étnicamente con los pueblos turcos y profesan la religión musulmana. Su histórica lucha contra Moscú –que comenzó cuando Rusia era un Imperio, continúo durante la URSS y se mantiene frente la ocupación ilegal rusa desde el año 2014– los convierte en una fiera resistencia proucraniana contra el Kremlin. Deportados durante los tiempos de Stalin y estigmatizados por la propaganda soviética, iniciaron su retorno a la península en los años 80. Por aquel entonces, un periodista recién llegado a Crimea comenzó informar sobre ellos. Mykola Semena quería explicar quiénes eran los tártaros y porqué estaban volviendo a su patria histórica. Fue la primera vez que el comunicador tuvo problemas con el Gobierno de Moscú. Sus crónicas sobre esa minoría contradecían la información oficial que trataba de dibujarlos como criminales y bandidos. Semena llegó a la región en 1983 y a partir de ese momento trabajó cubriendo todos los aspectos de la vida en Crimea. Su prolífico trabajo como periodista le llevó a publicar en decenas de medios y editó revistas locales hasta que las autoridades de ocupación le silenciaron. Mykola fue forzado a dejar de ejercer su profesión en 2017 tras una sentencia en firme que lo acusaba de «llamamientos públicos a acciones destinadas a violar la integridad territorial de la Federación de Rusia». Esta ley, en concreto, se decretó en Rusia tras la anexión ilegal de Crimea. Tampoco se le permitía salir de los límites de Simferopol y estuvo sometido a controles policiales recurrentes. Mykola Semena, el periodista (sobre estas líneas) llevaba años trabajando en Crimea cuando fue detenido. Arriba, algunas cartas que serán enviadas ABC Pocos eran capaces de imaginar, diez años atrás, que Crimea dejaría de ser ‘de facto’ parte de Ucrania. Mykola Semena tampoco; incluso durante algún tiempo mantuvo la esperanza de que se podría llegar a algún acuerdo con Moscú, pero eso no ocurrió. Los ‘hombres de verde’ El 27 de febrero de 2014, hombres armados sin ningún tipo de identificación se apoderan del consejo de Ministros y de la Rada Suprema de la República Autónoma de Crimea. La prensa comienza a informar sobre la presencia de los ‘hombres de verde’. Centenares de efectivos fuertemente armados, a los que Moscú denominaba como fuerzas de autodefensa, aparecieron en puntos clave del territorio controlando las bases del Ejército ucraniano. En aquel momento, había unos 20.000 soldados rusos en Sebastopol –en base a acuerdos bilaterales que mantenían ambos países entonces– frente a los 15.000 militares ucranianos. En cuestión de pocos días ya estaba claro que Putin había ordenado a su Ejército tomar Crimea tal y como venía denunciando Kiev. Los activistas proucranianos de la península organizaron protestas, pero no lograron disuadir al Kremlin. El 16 de marzo, y de manera apresurada, se celebra un falso referéndum para justificar la ocupación ilegal del territorio ucraniano. «Participé como periodista en este referéndum y puedo testificar que no hubo una participación del 80% como dijeron los rusos», recuerda Mykola. «Después de las once, la gente apenas aparecía. Todos los colegios electorales estaban militarizados y los agentes de operaciones especiales de Rusia estaban vigilando todo. Cuando se cerraron los colegios electorales solo tardaron una hora en contar los votos. En realidad, nadie había hecho el recuento», sostiene el periodista. Abandonar o no Crimea La deriva de los acontecimientos no hizo que Semena se plantease abandonar Crimea. No se le pasó por la cabeza la idea de irse ni durante aquellas caóticas jornadas, entre febrero y marzo de 2014, ni cuando el Kremlin hizo efectiva ocupación. «Los editores esperaban materiales de mí todos los días. Entonces éramos románticos y hasta cierto punto pensábamos que en el siglo XXI los periodistas no serían encarcelados», recuerda. Entre los años 2014 y 2016 los artículos del periodista se publicaban en Radio Free Europe. Mykola firmaba sus textos con seudónimos, pero las autoridades rusas conocían quién estaba detrás de aquellos nombres y estaban decididos a censurarle Pasó poco tiempo hasta que el periodista comprendió que la libertad de información estaba en el punto de mira de las nuevas autoridades de ocupación. «Nos habíamos acostumbrado a la libertad de expresión en Ucrania, a utilizar cualquier material e información que quisiéramos y pudiéramos encontrar. No pensábamos que este fascismo informativo pudiera ocurrir. Empezamos a tener dudas cuando golpearon al equipo de filmación sueco y les quitaron el equipo. Más tarde empezamos a ser controlados», relata. Entre los años 2014 y 2016 los artículos del periodista se publicaban en Radio Free Europe. Mykola firmaba sus textos con seudónimos, pero las autoridades rusas conocían quién estaba detrás de aquellos nombres y estaban decididos a censurarle. El FSB había instalado un programa espía en su ordenador. Sabían todo lo que escribía, incluso aquellos textos que borraba antes de terminar. La Justicia rusa de la Crimea ocupada llegó a acumular más de 900 gigas del material que el periodista había recopilado durante décadas. Ese material nunca le fue devuelto. Mykola Semena retornó a Kiev en febrero de 2020 después de que un tribunal de Simferopol retirase todos sus antecedentes penales.
Source: abc internacional

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