Desde hace unos cuantos días se siente una perturbación en la fuerza de la cultura popular globalizada. Dos estrenos audiovisuales sucesivos han causado una sobredosis de irritación académica e hiperventilación crítica en torno al Napoleón de Ridley Scott y la temporada final de la serie The Crown. Es como si de repente se hubiera esfumado el buen rollito veraniego y la inspiración intelectual propiciada por Hollywood con la película Oppenheimer, especialmente relevante en tiempos como los actuales de grandes incertidumbres y profundos dilemas. En la frustración en torno a las dramatizaciones del emperador francés y la monarquía británica hay un elemento central: el equivocado empeño por buscar la más rigurosa historia en el mundo del entretenimiento. En su defensa, The… Ver Más
Source: abc internacional