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París, la capital malquerida por los parisinos

El 64 por ciento de los parisinos desean marcharse de la capital por muy diversas razones: carestía de la vida, acceso a la propiedad siempre más difícil, barrios y calles empantanadas por obras interminables, suciedad rampante, soledad individual y familiar o polución alarmante. En 1962, París (capital) tenía 2,79 millones de habitantes . En 2013, 2,23, y en 2021 contaba con 2,16 millones. Buen año, mal año, la capital pierde unos 10.000 anuales. Tiempo atrás, desde la década de los 60 del siglo pasado, París crecía a nualmente en 2.000 o 3.000 habitantes. Parte de los ‘prófugos’ huyen a la periferia, más barata. La región parisina, Isla de Francia, tiene hoy, según datos de 2021, 12.213.447 habitantes. El crecimiento de la ‘banlieue’, la periferia de la región parisina, tiene un rostro amable y un rostro trágico. Rostro amable… Pequeñas ciudades de nuevo cuño , con muchos servicios y grandes superficies. Con matices. Annie Ernaux, reciente premio Nobel, vive en una de esas ciudades de la periferia amable, Cergy-Pontoise, y llegó a comentarme, hace meses: «Cuando vuelvo a París creo ver ‘demasiados’ blancos, menos negros y musulmanes». Rostro trágico… en el departamento 93, al norte de París, la criminalidad callejera se ha convertido en un cáncer social grave. La gran novedad histórica, acelerada por la gran crisis sanitaria del Covid, es el deseo creciente de huir, marchase de la capital. Según un estudio sociológico publicado por el matutino ‘Le Parisien’ (popular independiente), el 64 % de los parisinos desean marcharse de París. Un 17 % espera poder hacerlo el año que viene. Un 29 % dice estar ahorrando para poder marcharse en los próximos dos o tres años. Otro 18 % espera marcharse cuando se jubilen o crezcan los hijos pequeños… Guía para salir corriendo El primer destino de los parisinos que han huido de la capital es la periferia más próxima, la región de Isla de Francia. Daniel Cazout-Mingot, agente inmobiliario, comenta el proceso de este modo: «Bueno … comprar un pequeño piso es muy difícil para las parejas jóvenes. Un apartamento grande para las familias con niños también es muy complicado. Solución: marcharse a la periferia y comprarse un pequeño chalet adosado, más barato y con jardín». Sin embargo, las razones económicas no son las únicas. El éxodo de los parisinos, en busca de otra vida, tiene orígenes muy distintos. Adrien Pépin (35 años) y su esposa decidieron marcharse de París hace dos años para instalarse en las afueras de Toulouse (región de Occitania). La pareja tiene amigos que también se marcharon de París. Y, a partir de esa experiencia, común, Pépin ha escrito un libro, ‘Guía para marcharse de París’, una suerte de ‘manual de instrucciones prácticas’ para los parisinos que desean largarse. «Hay muchas razones para desear huir de París e instalarse en provincias», comenta Pépin, agregando: «Cada parisino, cada pareja, tiene razones propias, de ahí mi idea de ofrecer una guía práctica, dando consejos que vienen de mi experiencia personal». Entre el 64 por ciento de parisinos que aspira a marcharse de la capital, el cambio de los barrios y distritos también ilustra razones muy diversas. Madame Bernadette Courtois, propietaria de una tienda del tipo ‘todo a 1 euro’, situada al norte de París, al principio de la calle de Belleville, me comenta: «Tengo esta tienda desde hace cuarenta o cincuenta años. Mi marido y yo somos muy felices. Luego… mi marido murió, y comenzaron a llegar moros, negros y drogatas. Y la calle y el barrio comenzó a ser muy difícil. Tuve que marcharme a la ‘banlieue’ (la periferia). Pero el ir y venir es un vía crucis. Si pudiera me iría más lejos. Pero no puedo». Los parisinos más acomodados también tienen razones de tipo económico, pero de otro tipo. Maurice Fayard, antiguo piloto de línea, soñó toda su vida con vivir en el barrio de Saint-Germain-des-Prés, uno de los más caros de París. Me cuenta de este modo, las razones de su huida de París: «Invertí muchos años de ahorro comprándome el piso de mis sueños. Frente a una tienda de Armani. Pero el servicio de recogida de basuras de la alcaldía funciona mal. Levantarte en un barrio carísimo, con la basura por recoger, hasta última hora de la mañana, me parece un atraco. Decidí vender a unos americanos y marcharme a mi pueblo, Niza, en la Costa Azul. Bye bye París. Mi hija también ha huido. Se ha instalado a ochenta kilómetros de la capital». Un grupo de mujeres musulmanas en el parisino ‘Café de Flore’ Quiñonero En el mismo barrio de Saint-Germain-des-Prés, dos cafés célebres, ‘Les Deux Magots’ y el ‘Café de Flore’, son instituciones legendarias, ‘espejos’ casi ideales para intentar comprender los cambios de fondo. Julien Delay (nombre falso, para preservar la identidad), camarero en el ‘Café de Flore’ me comenta: «En mi infancia y juventud, el barrio era mucho más barato. Teníamos una clientela muy parisina, con bastantes escritores, periodistas. Todo eso se acabó. Las editoriales han emigrado, los periódicos también. Café, copas, comida, desayuno, son más caros. Ahora tenemos otras clientelas. Las musulmanas ricas son una novedad llamativa. Llegan en coches de lujo, con chófer. Toman las mejores mesas. Y dan magníficas propinas». Camiones y excavadoras Entre la abadía de Saint-Germain-des-Prés y la torre / barrio de Montparnasse, la calle de Rennes es una de las vías comerciales más importantes de París. Los lugareños sufren desde hace años un rosario de obras interminables. Sophie Delabarre, gerente de una tienda de perfumes, contempla con melancólico pesimismo la evolución del tramo de la calle que le toca sufrir: «Las obras alejan los clientes potenciales. No es agradable entrar en una tienda con una excavadora en la puerta». Hay trabajos y trabajos … las obras de reconstrucción de la catedral de Notre Dame de París, monumento histórico nacional, europeo, también ha tenido un coste duro o muy duro para varios barrios. En una zona de varios kilómetros a la redonda, los colosales trabajos han complicado y complican la vida de cada día de miles de millares de parisinos, acosados por las idas y venidas de decenas de camiones, sin olvidar las medidas de seguridad, excepcionales, tan indispensables como ingratas. Tener a una patrulla de soldados circulando a toda hora por la puerta de casa puede ser algo tranquilizador, o inquietante. Hay otras razones de cólera sorda: la polución. Bernard Juglar, cardiólogo, vivió toda su vida en el distrito de Odeón. Ha tenido que marcharse: el incremento del tráfico automovilístico ha aumentado la polución. «Hice un esfuerzo y me marché a Biarritz», me comenta, agregando: «No he vendido. Pero solo vengo a París de tanto en tanto. El barrio ha cambiado, París ha cambiado. La polución me complica la vida, me ataca a los ojos». El desencanto Según un estudio de Utility Bidder, París se encuentra entre las cien ciudades con más polución del mundo. Según ‘The Economist’, semanario de referencia económica, París y Singapur se disputan, ‘ex aequo’ el puesto de las ciudades más caras del mundo. Estudios muy diversos llevan años subrayando que París se ha convertido en una ciudad muy ruidosa y sucia. El parisino ‘tradicional’ contempla esa evolución con tristeza, cuando tiene la mala suerte de encontrar grupos de dos o tres individuos sin techo ni domicilio fijo, instalados, comiendo y haciendo sus necesidades en su esquina. Sin duda, París tiene muchos otros rostros, bellos y admirables. Pero el desencanto de los parisinos que desean marcharse obedece a razones muy profundas. El oeste de la capital sigue siendo un ‘oasis’ tradicional, envejeciendo. Todo el este de París tiene flecos muy multiculturales que van del negro pálido / grisáceo al negro azabache, con mucha vestimenta musulmana, para todos los gustos y sensibilidades.
Source: abc internacional

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