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Tormenta sobre la capital

La situación operativa en el teatro parece, de momento, estacionaria. Las zonas de combate más calientes se localizan (de norte a sur) en Svatove, Bajmut, noroeste de Donetsk (ciudad) y Jersón. Si bien esta última está en una suerte de apagón informativo, propiciado por las autoridades ucranianas. Con ese escenario de fondo, ayer se desencadenó una tormenta de fuego ruso sobre Kiev y otras ciudades (Dnipropetrovsk y Sumy entre ellas). Mortífero chaparrón que ha dañado instalaciones energéticas, objetivos militares y edificios civiles. Muy posiblemente se reiteren tales bombardeos a tenor del cierre de algunas embajadas (China, Egipto y Serbia, entre otras) que, incluso, aconsejan a sus nacionales abandonar la capital. Lo más novedoso de esa lluvia de terror es que, además del arsenal ruso, se estén empleando masivamente misiles balísticos y drones suicidas de procedencia iraní. Tales serían, por ejemplo, los misiles Zolfaghar y los Fateh-110 (de cuarta generación), y los drones Shaheed-130, Gerán-2 y otros de la serie Mohajer. Equipos que no parecen excesivamente caros, a la vez que muestran un alto grado de precisión y letalidad. Todo ello proclama un avance cualitativo singular de la industria de defensa de Irán, país que se ha convertido en proveedor habitual de armas para Rusia como, de manera similar, sucede con los países de la OTAN con respecto a Ucrania. La guerra, por tanto, directa o indirectamente, continúa su expansión globalizadora. ¿Hasta qué o cuándo? Noticia Relacionada estandar No Matanza de movilizados en una base militar rusa mientras se entrenaban para ser enviados a luchar en Ucrania Rafael M. Mañueco «Los dos terroristas fueron abatidos por disparos de réplica», ha informado el ministerio ruso de Defensa     El regreso al hostigamiento sostenido contra la capital ucraniana nos retrotrae a los inicios de la invasión del 24 de febrero. Los bombardeos, aparte de su impacto destructor o de demostración de fuerza de Putin, tienen un evidente objetivo psicológico. Es un recordatorio de que Moscú, a pesar de los reveses operativos sufridos, no ha abandonado plenamente su concepto de la ‘operación militar especial’, en la que Kiev era el objetivo estratégico del plan de campaña. Algo que, ¡ojo!, podría reavivarse a no tardar. Por otra parte, este escenario ha de analizarse en conjunción con los desarrollos en el ámbito bielorruso. Hemos de recordar que, aunque la actitud del presidente de Ucrania, Lukashenko , pareció inicialmente haber sido más bien pasiva, la suya ha consistido, en realidad, en una colaboración necesaria para la invasión: en Bielorrusia se organizaron las bases de partida, las logísticas y de fuego para el esfuerzo principal ruso hacia Kiev. Ahora, con la reciente creación de una unidad combinada ruso-bielorrusa, más la llegada (en curso) a territorio bielorruso de tropas, armas y equipamientos rusos por vía terrestre (principalmente férrea), Lukashenko ha unido su destino al de Putin. Bien que tal unidad combinada, de entidad imprecisa, que podría alcanzar una entidad divisionaria, no parezca una fuerza demasiado formidable. Además, las capacidades militares bielorrusas son bastante limitadas con unas Fuerzas Armadas de alrededor de 60.000 efectivos (Tierra, Aire y Defensa Aérea), junto con la de potencial movilización de hasta 300.000 reservistas, contando con armamentos y equipamientos avejentados que demandan urgente modernización. Todavía es pronto para saber dónde se posicionarán esas unidades (las combinadas y las rusas) sobre el territorio bielorruso. Además, el significado político de la entrada directa de Bielorrusia en la guerra, junto con la combinación de fuerzas y el refuerzo ruso podrían servir para intentar abrir un nuevo frente en el norte ucraniano. Un escenario poco probable, pero no descartable. Si se desplegaran en las proximidades de la frontera bielorruso-ucraniana, eso supondría una amenaza directa sobre Kiev, que está a menos de 80 kilómetros. Una hipótesis que, previsiblemente, el Estado Mayor ucraniano no ignorará, obligándole a hipotecar unas fuerzas en la frontera, que no podrán ser empleadas en otros frentes. Subsidiariamente, la alianza ruso-bielorrusa significa un reforzamiento de la figura de Lukashenko en el orden doméstico. Según algunos informes (fiables) de inteligencia, el presidente bielorruso está armando a personal del Ministerio para situaciones de Emergencia. Fuerza/milicia que podría emplearse para asegurar puntos críticos en el interior del país, librando para cometidos de combate a las unidades militares que actualmente desarrollan esa función. En todo caso, el peón bielorruso supone un aliento adicional para Rusia, y que favorece el alargamiento de las operaciones, hasta la llegada el invierno. Estación durante la cual ambos bandos aprovecharían para reorganizarse, recuperarse y retomar impulso para continuar las operaciones ‘sine die’. SOBRE EL AUTOR PEDRO PITARCH El autor es teniente general retirado del Ejército de Tierra. Fue jefe del Eurocuerpo y de la Fuerza Terrestre y director general de Política de Defensa en el Gobierno de Zapatero. Ocupó la jefatura de la División de Estrategia y Cooperación Militar del Estado Mayor de la Defensa, así como de la División de Logística del Mando Supremo de la OTAN.
Source: abc internacional

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