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Boris como antídoto

El último servicio de Boris Johnson al Partido Conservador británico ha sido unirlo en contra de todo lo que significa su figura y trayectoria política. En estos días agitados de dimisiones y drama, los ‘tories’ han despertado de un sueño convertido en pesadilla. Se han dado cuenta de que habían dado todo el poder a un revolucionario capaz de cualquier cosa con tal de seguir siendo jefe de Gobierno. Ya casi nadie es partidario de este cómico convertido en político, incapaz de la mínima autocontención y sin capacidad de entender la gravedad de los asuntos a los que se enfrenta su país, debilitado tras un Brexit pésimamente ejecutado. Boris había dejado de ganar elecciones y se había convertido en un dirigente tóxico. Los conservadores tienen ahora una oportunidad de recuperar sus señas de identidad: el pragmatismo, la capacidad de aunar sensibilidades diferentes dentro del partido y un patriotismo no reñido con la inteligencia. El líder cesado quiere retrasar al máximo su mudanza desde Downing Street y hacer alguna fiesta más este verano en la residencia campestre de Chequers. Pero los conservadores harían bien en acelerar el nombramiento de un nuevo primer ministro, en vez de dejar al país paralizado hasta septiembre. La gran pregunta desde Bruselas es si se darán las condiciones políticas en otoño para pasar del enfrentamiento a negociar una relación constructiva con el Reino Unido. En infinidad de campos tiene sentido que la Unión Europea y su antiguo Estado miembro busquen la manera de colaborar estrechamente, mientras gestionan los innumerables flecos del Brexit. Ante la invasión de Ucrania esta cooperación ha funcionado y lo mismo se puede decir de la lucha conjunta contra la emergencia climática. El mandato del peor primer ministro de los últimos años debería servir de antídoto contra las aventuras nacionalistas y populistas. Es posible que en Washington las revelaciones sobre la insurrección del 6 de enero tengan este mismo efecto sobre muchos republicanos, que ya no pueden identificarse con la barbarie que representa Donald Trump. La expulsión de Boris de la política abre una oportunidad para dejar atrás liderazgos infantiles y peligrosos.
Source: abc internacional

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