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EE.UU. se resigna a convertir las escuelas en fortalezas ante su incapacidad para controlar las armas

Una conversación espontánea surge en el césped de Discovery Green, un parque de Houston (Texas) delante del centro de convenciones que acoge la reunión anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés). Glenn Keels y Todd Brannon son dos veteranos del Ejército que han venido desde Austin a protestar por el cónclave del poderoso ‘lobby’ de las armas, la misma semana en la que un joven de 18 años convirtió una clase de una escuela de Uvalde, a pocas horas de aquí, en un paredón. Mató a 19 niños y sus dos profesoras con un arma de estilo militar comprada de forma legal.

Los discursos en la reunión de la NRA no ceden un milímetro ante las propuestas, como cada vez que ocurre una de esas matanzas, de limitar el acceso a las armas, de endurecer los controles para que no caigan en las manos equivocadas. La gran estrella de la convención, Donald Trump, habla de conseguir una «seguridad impenetrable en todas las escuelas del país» y ofrece una lista larga de propuestas: policías en cada colegio, vallas perimetrales, detectores de metales, profesores armados, entradas únicas… La solución es convertir los colegios en fortalezas inexpugnables. Y no tocar el acceso a las armas.

«Se necesitaría una compañía entera de infantería (entre cien y doscientos soldados) para asegurar por completo algo como una escuela», dice Keels, que sirvió en el cuerpo de paracaidistas del ejército de tierra en la primera guerra de Irak. «No tiene sentido».

Protestas a las puertas de la Convención Nacional del Rifle celebrada en Houston

AFP
«El hecho de que cada vez que ocurre una de estas matanzas se discutan nuevas maneras de militarizar las escuelas es la prueba más clara de que esas políticas han fracasado», añade Brannon. «Si no cambiamos las leyes de acceso a armas, esto seguirá pasando. Todo la discusión de mejorar la seguridad es un teatro de distracción, para que no se hable de controlar las armas, como endurecer las condiciones sobre quién puede acceder a un rifle de asalto».

«No hay matanzas en colegios de barrios negros en las ciudades, ocurren siempre en zonas que se consideran seguras, ¿os habéis dado cuenta?», interviene Guillaume, un profesor de una escuela pública de Houston, de raza negra, que escuchaba a los veteranos del Ejército. «Es porque hay detectores de metales y está lleno de policías. La seguridad funciona. El problema es que hay niños marginados, abandonados, sin estructura familiar, sin tratamiento de problemas mentales».

Debate nacional
El intercambio es una muestra del debate que recorre EE.UU., en plena conmoción por la tragedia de Uvalde. Desde la matanza del instituto de Columbine (Colorado), en 1999, que inauguró una era de ataques indiscriminados a centros educativos, el país reacciona a estos episodios desgarradores entre peticiones de control de armas -nunca atendidas- y aumento de las medidas de seguridad.

Como parte de estas medidas, a los niños estadounidenses se les prepara para tiroteos, con simulaciones en las que se apaga la luz y tienen que permanecer en silencio. Muchos centros están vallados. Las entradas al edificio solo se pueden abrir desde dentro. Cada vez más colegios tienen policías o miembros de seguridad armados. Todas estas medidas estaban instaladas en la escuela de Uvalde, pero fallaron: había un policía en las inmediaciones, pero no justo en el colegio, y una profesora abrió una puerta posterior del edificio cuando escuchó los primeros disparos, volvió adentro a llamar a emergencias y por ahí entró el atacante.

Además de detectores de metales en algunos centros, cada vez se endurecen más las condiciones en las escuelas. En Búfalo (Nueva York), donde hubo un tiroteo con diez muertos hace dos semanas, se exige ahora que las visitas al colegio -también de los padres- se avisen y autoricen con antelación. En escuelas de Michigan se obliga a los alumnos a llevar mochilas transparentes después de un tiroteo en un centro con cuatro muertos el pasado noviembre. En Florida, se permite que los profesores vayan armados desde la matanza de Parkland en 2019.

Como parte de las medidas de vigilancia en las escuelas, a los niños estadounidenses se les prepara para tiroteos, con simulaciones en las que se apaga la luz y tienen que permanecer en silencio

Y se proponen más: tecnología costosa de detección de armas, aplicaciones de móviles para que los profesores detecten y localicen amenazas, instalación de puertas blindadas, sistemas de humo para dificultar los ataques (también dificultaría reducir al atacante) o la existencia de una sola puerta en los centros educativos, algo que también defendió Trump. Esta medida, muy discutida en los últimos días, sería una pesadilla logística para centros con muchos alumnos (es habitual que los institutos tengan miles de estudiantes).

Los expertos también exigen prácticas que ayuden a detectar señales tempranas de comportamientos violentos y problemas de salud mental entre los alumnos, y sistemas de apoyo psicológico para estos alumnos.

La revisión y endurecimiento de la seguridad en las escuelas se avivará tras la matanza de Uvalde. Pero, aunque los centros educativos de EE.UU. se conviertan en fortalezas, eso no hará desaparecer otros objetivos fáciles. Restaurantes, bares, centros comerciales, estaciones de autobuses, iglesias… Mientras tanto, los rifles de asalto seguirán a disposición de cualquiera en la armería más cercana.
Source: abc internacional

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