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El terror islámico golpea por segunda vez en plena campaña electoral

Tercer atentado islamista en el Reino Unido en poco más de dos meses. Peatones arrollados por una furgoneta blanca que avanzó a 80 kilómetros por hora por la acera del Puente de Londres. A continuación, cuchilladas crudelísimas por las calles del Borough Market al grito de «esto es por Alá», en una veraniega noche de sábado que la capital no podrá olvidar. Ocho minutos de pavor ciego, que acabaron cuando la policía, en una actuación rapidísima y ejemplar, mató a tiros a los tres terroristas a las puertas del pub Weathheaf. Detrás quedó la truculenta huella de su paso: siete muertos y 48 heridos, veinte de ellos en situación crítica.

Escenas de terror, con clientes escondidos en las cocinas de algunos restaurantes o agachados bajo sus mesas, mientras la policía gritaba «¡corred!» o «¡escondeos!». Heroísmo. Como el agente de la Policía del Transporte que armado tan solo con su porra fue el primero en encarar a los terroristas, frenando a uno y recibiendo varias puñaladas que lo dejaron herido grave. O como los parroquianos de los pubs que se defendieron arrojando a los yihadistas lo que tenían a mano: sillas, los vasos de sus pintas, platos… Muchísimos momentos lacerantes. Una chica acuchillada con frialdad y saña, que pedía «¡auxilio!» a voces mientras se le escapaba la vida. Un hombre acuchillado cuatro veces en el pecho a las puertas de un pub. Según algunos testigos, también gargantas cortadas del modo más bárbaro.

Al igual que en Mánchester, el pequeño-gran consuelo de la solidaridad espontánea. La etiqueta #SofaForLondon ofreciendo alojamiento a los huéspedes evacuados de los hoteles de la zona y los vecinos que no pudieron acceder a sus casas. Empleados de un supermercado Sainsbury’s llevando comida a los policías. Un taxista que intentó parar a un terrorista interceptándolo con su coche; otros que hicieron carreras gratis para alejar a las personas que huían de la zona de peligro.

«Demasiada tolerancia con el extremismo»

Las palabras rituales comienzan a sonar demasiado sobadas. La preocupación crece. «Es tiempo de decir basta», afirmó Theresa May, que desmarcándose de la corrección política que dominó el arranque de la mañana puso claramente nombre al problema: la ideología radical islámica. «Ha habido demasiada tolerancia con el extremismo en este país», lamentó la premier ante su atril callejero de Downing Street. Desde allí anunció una nueva estrategia contraterrorista, un pacto internacional para acabar con la repugnante barra libre de los yihadistas en las grandes plataformas estadounidenses de internet y también medidas contra el discurso del odio en el Reino Unido.

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La Gran Bretaña oficial no parece dispuesta a que el terrorismo marque la agenda en las puertas de las elecciones generales del jueves. A diferencia de lo ocurrido tras el atentado del Mánchester Arena, cuando la campaña se detuvo tres días, esta vez se retomará hoy mismo. De hecho, el partido populista xenófobo UKIP ni siquiera la interrumpió, «porque precisamente eso es lo que quieren los terroristas».

En enero de 2015 comenzaba la campaña de violencia nihilista del Daesh en la Europa continental, con la matanza en la revista satírica «Charlie Hedbo». Las masacres yihadistas se sucedieron en Bruselas, Niza, Berlín, Munich, Estocolmo… El Reino Unido iba logrando conjurarlos (desde 2013, la policía y los servicios secretos han evitado 18 atentados). Pero el primer ministro Cameron nunca ocultó el riesgo: «Tarde o temprano también ocurrirá aquí».

Esa lúgubre profecía ya es real. Desde el atentado de Westminster del pasado 22 de marzo hasta hoy el país ha sufrido tres atentados islamistas, dos de ellos en plena campaña electoral: el del Mánchester Arena, con 22 muertos, y el que ha golpeado este sábado el corazón de la capital, muy cerca de la histórica Torre de Londres.

Bloque de protección oficial al Este de Londres
La alerta antiterrorista se ha mantenido en su segundo nivel máximo, «severa» (ataque muy probable), porque Scotland Yard considera que el peligro quedó conjurado una vez abatidos los tres terroristas.

A las siete de la mañana, en el alba del domingo, la policía irrumpió con una explosión controlada en el piso de un moderno bloque de protección social de Barking, muy al Este de Londres, donde vivía desde hace tres años uno de los asesinos abatidos. Era un hombre casado y padre de dos hijos, se cree que de origen paquistaní. Muy religioso, vestía túnica al estilo coránico y gastaba larga barba. Como tantas veces en la resaca de estos horrores, sus vecinos lo describen como «una persona muy agradable».

En la redada hubo doce detenidos, cuatro de ellas mujeres. Algunas salieron esposadas y vestidas con burka, ofreciendo un ejemplo muy gráfico de la otra realidad que se tolera en una ciudad de fachada rutilante, una de las grandes metrópolis del planeta.

Un vecino, Seva Lituyakovs, ha contado que vio al terrosita a las siete de la tarde frente a su vivienda, «vestido con su camiseta del Arsenal y junto a otros dos hombres». A las diez de la noche, a bordo de su furgoneta blanca con una banda amarilla, alquilada en B&Q / Hertz, enfilaban el Puente de Londres, entrando desde la City rumbo a la ribera Sur del Támesis. El vehículo irrumpió en la acera y alcanzó a una veintena de peatones. A la salida del puente, chocó entre el pub Barrowboy and Banker y un semáforo y se detuvo.

Los tres terroristas, que para infundir más pavor llevaban falsos chalecos al modo de los terroristas suicidas, hechos en realidad de latas, se bajaron de la furgoneta blandiendo cuchillos de hoja de 12 pulgadas. Fueron entrando en sucesivos locales de hostelería de la zona: el pub Black and Blue, el restaurante mexicano el Pastor, la Southwark Tavern… En unos lograron su objetivo, apuñalando a los hombres y mujeres que hallaban a su paso. En otros locales los clientes lograron hacer barricadas contra las puertas para impedir su entrada.

La policía recibió una llamada al teléfono de urgencias 999 y a los ocho minutos agentes armados los mataban a tiros a las puertas del pub Wheatsheaf, en la trasera del popular mercado gastrónómico Borrough Market, última moda en Londres, y muy cerca de un ultramarinos español de la cadena Brindisa. Ochenta médicos prestaban los primeros auxilios.

El recurso a un coche y unos cuchillos muestra la poca sofisticación del ataque. Pero eligieron con celo donde hacer daño. La salida del Puente de Londres está llena de vida, de día y de noche. Es una zona cercana al Globe de Shakespeare y a la Tate Modern y llena de establecimientos de ocio hostelero. La final de la Champions televisada desde Cardiff y una noche grata y veraniega llevaron a muchísimas personas a disfrutar por aquellas abigarradas calles. Acabaron saliendo de los bares y restaurantes brazos en alto, unos demudados, otros con camisetas ensangrentadas. Un joven sintetizó el espíritu retador de la maravillosa Londres: emergió de un pub pinta en mano, sin perder ni una gota de cerveza en su tranquilo caminar.

Londres resiste, como siempre. Pero empieza sufrir demasiado y tiene al enemigo dentro.
Source: ABC

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